lunes, 30 de enero de 2012

Tea Party!



Toffe, Trufa y Luccine tomando el té con pastas.
Inspirado en el relato de Lupus Pedantus
donde Trufa, el lobito de chocolate, rememora algunos encantadores momentos.

domingo, 29 de enero de 2012

Un Fan Art, para variar un poco





Arya Stark y Nymeria.
El primer Fan art que hago de esta saga y sentía que tenía que ser de este personaje el concreto.
Coloreado con plastidecor y Bla bla bla.

sábado, 28 de enero de 2012

La vida de Marianette Surprise Confiture (o la Gatita de la Cafetería, Marie Susie ) Parte II

(De amores e historias gatunas trágicas con la misma protagonista. Escrito el 24 de Agosto del 2010)

Marie Susie paseaba por la calle que llevaba a su cafetería cargada con dos bolsas de papel reciclado y pese al esfuerzo que sabía que le suponía este arduo paseo, nuestra gatita añil tan especial calzaba dos relucientes tacones de color violeta y una gabardina de color crema que aunque no la resguardaba demasiado del frio era su preferida y hoy más que nunca le pedía que la llevase puesta ¡Ni que las gabardinas de color crema hablasen! Pero Marie es así, parece que sabe escuchar a los objetos. Una nube gris hacía dibujos en el cielo, por el cual se colaban rayitos de sol y se adivinaba en ocasiones un arcoíris.

Algo la distrajo de su caza del arcoíris. Intentando trepar una valla mohosa que hacía preciosos motivos florales había un joven siamés custodiado por la que debía ser su amada, una gatita blanca que animaba con dulces maullidos su escalada. Tras varios intentos, el impetuoso joven alcanzó una rosa azul intenso y bajo rápidamente para ofrecérsela a su amor, quien le obsequió con un dulce beso en los morritos y una sonrisa tímida. Una de las bolsas resbaló de las patitas de Marie, los jóvenes se giraron y vieron a una señora persa añil con un aspecto extraño y un sombrero anticuado mirándolos perpleja. Esta sacudió la cabecita cuando se dio cuenta de que había sido descubierta, recogió rápido sus cosas y salió corriendo tan rápido como le permitían sus divinos y deslumbrantes zapatitos.

Aun tiene memoria de su primer amor, un recuerdo agridulce que algunas noches en las que su habitación huele a rosas la hace sollozar cuando está hecha una bolita de pelo en su mullida cama.

Su madre desapareció un buen día siendo ella aun muy pequeña y por necesidad, nuestra elegante protagonista tuvo que dejar sus estudios en la escuela pública y empezar a trabajar. Vivía en una mansión vieja que había a las afueras de la ciudad, estaba abandonada desde hacía al menos un siglo y aunque polvorienta y con los muebles destrozados, no tenía goteras y el malvado viento no se colaba por las rendijas. Compartía vivienda con un gatito coloreado a manchas muy simpático que fue quien le ofreció la habitación y que había sido repudiado del Valle de los persas añiles hacía ya diez años. Cuando contaba su larga historia a Marie ella se limitaba a sonreír con la mirada algo aguada tras sus largas pestañas, siempre se preguntaba que había sido de su desdichado pueblo.

Pero no todo son penurias en la vida de nuestra pequeña Marianette, aquella ruinosa mansión tenía un jardín trasero que por misterios que aun muchos no han conseguido resolver (ya sabéis, obra de Marie) se mantenía en perfecto estado pese a que nadie se ocupaba de él. Mantenía una dignidad inigualable y nada más poner una patita en él un penetrante olor a varias hierbas aromáticas te llenaba el hocico con su aroma. Pero la gloria del jardín eran unas rosas azules de las que si se encargaba ella personalmente y que le recordaban mucho a las que su doncella ponía todas las mañanas en el jarrón de cristal de su mesilla.

Cada mañana, muy temprano, casi recién amanecido y antes de partir a la panadería (su tedioso trabajo de mañana) dedicaba unos minutos en regalarlas e inspeccionar sus delicadas hojas. Nuestro buen amigo Manchitas, con los meses y viendo que este era el refugio personal de la gatita le construyó con restos de madera un pequeño banco para que le fuese mas cómoda su delicada tarea.

Una tarde que milagrosamente tenía libre, salió de la biblioteca cargada de libros sobre plantas y la última moda del glamuroso reino vecino, cuando despistada, chocó contra un elegante gatito siamés quien se disculpó de inmediato y la ayudó a ponerse en pie con galante cortesía. Vestía traje granate de fino lino y un bombín ¡Cuan encantador le pareció nuestra Duquesa! Se olvidó de la raza a la que pertenecía, los malvados y rencorosos siameses. Hacía mucho de eso y el, tan apuesto, parecía sacado de uno de esos cuentos que le contaban de pequeñita antes de dormir y en los que ya no creía pero aun rememoraba con nostalgia. Nuestro Don Juan llamado Gondi, que no era ciego (aunque si un poco miope), se dio cuenta de la exótica preciosidad con la que había chocado. Ella se sonrojó, el balbuceó y se fueron juntos a una pequeña cafetería a tomar un té negro y unos merengues de fresa.

Desde ese momento ambos gatitos coincidían con torpes excusas a la misma hora en la majestuosa puerta de la biblioteca. El era charlatán y coqueto; ella paciente, lo escuchaba hablar con gusto y correspondía a sus flirteos. Una tarde anocheció, los echaron del café que frecuentaban y antes de que ambos se marchasen cada uno por su camino el meloso gatito dejó en las cuidadas patitas de ella un anillo de madera con la forma de una rosa primorosamente tallada. El tartamudeó que se lo había encontrado por la calle pero ella no lo creyó y aceptó el regalo con lagrimas en sus enigmáticos ojos.

Como tenía unas zarpas algo regorditas no pudo ponerse aquel anillo, pero lo pasó a través de una fina cadena de plata que le había dejado su madre antes de marchar a “el Gran Gato sabe dónde”.

Pero como si la balanza de felicidad hubiese rebosado… aquella semana el gatito no apareció y Marie Susie se quedó hasta medianoche esperando en la biblioteca con un traje celeste con lunares blancos y unas botitas de cuero nuevas que le había costado meses conseguir.

Ella, positiva, no quiso creer que la había abandonado. Podía haber caído enfermo ¡O podía estar muy ocupado! No importaba y aunque las semanas pasaban y él seguía sin aparecer la esperanza la anclaba cada tarde hasta medianoche en aquel lugar.

El día menos pensado, uno en el que se sentía especialmente positiva y pensaba que sería cuestión de tiempo que fuese a buscarla, tras la inquietante espera fue a mimar sus rosas, que la conseguían calmar casi tanto como su joya de madera.

¡Y cuál fue su sorpresa!

Su cortés principito sentado primorosamente en su banco ronroneaba a otra gatita que no era ella. En un instante el mundo que con cuidado y dedicación había construido le pareció una jaula, el rincón más espantoso de todos los reinos donde el olor a rosas la asfixiaba. Su especial refugio se había convertido en un lugar gris y sin encanto aunque las rosas siguiesen siendo de ese azul que tanto le gustaba.

Pero… ¿Qué iba a decirles? ¿Como aliviar su rabia? Ella era una dama y sabía muy bien que aquel lugar no era suyo, no podía echar a nadie. Por unos meses jugaba a ser su dueña pero el juego había dado fin. Silenciosa, se marchó al cajón de paja que tenía por cama y aquella noche apenas concilió el sueño conteniendo el llanto a duras penas para no despertar a Manchitas.

La mañana siguiente partió muy temprano, cargada con dos viejas maletas de equipaje y con un anillo en el bolsillo de su vestidito rosa.

Continuará…

La vida de Marianette Surprise Confiture (o la Gatita de la Cafetería, Marie Susie) Parte I

(La primera parte de la historia de una gatita muy especial y que surgió como personaje secundario de otra. Al final una tarde se me ocurrió un buen trasfondo para ella y terminó tomando mas protagonismo que la que era mi primera princesa (Lady Cerdita).
Relato escrito el 10 de Noviembre del 2009)

Marie Susie se acababa de ataviar con su largo camisón de seda azul marino rematado con ribetes de plateados y se disponía a tomar la ultima taza de leche caliente y meter sus delicadas zarpitas dentro de las sabanas donde la esperaba una confortable bolsa de agua caliente.
Pero Marie Susie con la taza de barro aun ardiendo entre sus mullidas patitas se quedó pensativa mirando su reflejo en la ventana 
¿O quizás estaba mirando mas allá?


Quien sabe, era una minina de pensamientos reservados.
Puede que fuese la niebla que empapaba todo el callejón con su manto, o quizás fuese la fecha, un triste veinticinco de Noviembre.

El mismo día, hacia ya varias décadas, había tenido lugar la mas horrible tragedia en la vida de nuestra persa añil.
Marie Susie no siempre había respondido a ese nombre y no siempre había regentado aquella cafetería tan peculiar. No estaba descontenta con su actual vida, llena de encantos cotidianos y conjuros a escondidas.
 Pero a veces no podía evitar perderse en posibles pasajes de su vida sobre: ¿que podría haber sido de ella?



La pequeña duquesa Marianette Surprise Confiture pertenecía a un resplandeciente e inmaculado mundo lleno de lujos donde sus uñitas hacían "clak clak" sobre el mármol de su habitación y por las mañanas le ponían sus zapatillas rosas de tacón mientras la obsequiaban siempre con un té dulce con leche caliente para hacer mas llevadero su madrugar.


Primogénita del Rey Bolito III vivía cada día como si fuese el ultimo, como si fuesen espejismos a punto de desvanecerse ¡Y con que razón!. Pese a haber crecido con todo tipo de comodidades y mimos, Marianette era generosa, dulce y aunque a veces tenia arranques de mal humor que terminaban con llantinas, era una gatita buena y llena de encantos.


Lo que no habían consentido contar a Marianette, pues sus padres se esforzaban en ocultarlo con esmero, es que dicha familia gatuna de la realeza había llegado hace muchísimos años des otras tierras muy lejanas, extrañas y que de dichas tierras se habían traído consigo unos dones especiales.

La magia.
Toda su familia sabia y podía hacer uso de la magia menos ella, que aun no tenia la edad suficiente para que se le revelase el secreto (Y se le hiciese una ceremonia por todo lo alto).

 A Bolito III le atormentaba que su extraña naturaleza saliese a la luz. ¿Que dirían los reinos vecinos ? ¿se asustarían de ellos?
 ¿Quizás les pedirían solucionar a golpe de varita problemas de sus reinos ?


No estaba del todo seguro de la reacción de sus aliados y por eso guardaba con celo la naturaleza de toda su estirpe. Aunque estas preocupaciones que le asaltasen de tanto en tanto, era un Rey orgulloso de su condición y de sus dominios , que gobernaba con mano firme pero con bondad.
 En la cima de una montaña, donde se encontraba dicho reino, gozaban del invierno todo el año y aunque esto pudiese ser una molestia para sus habitantes ellos estaban contentos y felices de vivir en tan maravilloso burbuja de cristal y etéreos copos de azúcar.



Pero una tarde fría y seca, de esas en las que el cielo está despejado pero casi preferirías que lloviese o nevase, en el reino había un gran revuelo. Cientos de habitantes del Reino de los Gatos Persas estaban siendo evacuados a la fuerza de sus casas y llevados en grandes furgonetas grises a “quien sabe donde”. Los pequeños mininos lloraban y sus madres desesperaban en el intento de consolarles.
¿Que estaba ocurriendo? ¿que habían hecho?
¿donde estaba el rey Bolito III cuando su pueblo necesitaba de el?



El rey aquella desapacible tarde celebraba el renacer de su muy querida hija la Duquesa Surprise Confiture. Y tanto era el alboroto, tan contentos se encontraban sus invitados, que nadie advirtió del peligro que se ceñía sobre la ciudad y su soberano.
Estaba todo preparado para aquella noche,
los manteles con complicados nudos brillaban como diamantes por toda la gran sala, las delicatessen estaban ya listas para servir y la joven Marianette bailaba al ritmo de la banda de música frente a su gran espejo en la colorida habitación haciendo hincharse su nuevo traje purpura de seda y tul.


Era su octavo cumpleaños y tenía el presentimiento de que algo grande la esperaba. La celebración estaba siendo infinitamente mas majestuosa que en otras ocasiones y su pequeño corazoncito latía con fuerza, con la premonición de que algo cambiaría su vida en esa noche para siempre.



Pero la duquesa nunca llego a ver la sala reluciente, con todas esas promesas de una vida llena de magia esperándole. De hecho, ella nunca vio nada. Un espeluznante grito seguido de otros tantos, llenos de pánico, la sobresaltaron y antes de que pudiese correr a ver que es lo que ocurría su madre entró jadeante en la sala abriendo de par en par las puertas.
La Reina recogió a su pequeña en brazos, descolgó rapidamente una capa blanca del diminuto perchero y salió a la carrera por los pasillos del precioso, pero en estos instantes confuso, palacio.



El Rey vecino, Lunocui VII, un gato siamés con ciertas ambiciones y envidias poco corrientes había convencido a otros dos soberanos del peligro que representaba Bolito III disponiendo de tan grandioso poder que era la magia.
 ¿Que sería de ellos si Bolito les atacaba? ¿Que eran ellos contra una horda de gatos peludos mágicos ? No eran nada.


Y si os preguntáis como se había enterado su majestad Lunocui VII del tan bien guardado secreto... bueno, digamos que las gatas no son elogiadas por su silencio y la señora de Lunocui era habitual en la sala de té de nuestra ahora, desdichada reina desterrada.
Un mal día suponemos, un momento de debilidad o de soledad, una palabra contada de mas que había destrozado muchas vidas.



Lunocui arrasó el reino y no dejó casa sin quemar ni persona por evacuar hasta su país, donde durante semanas hasta la intervención del Rey Cerdo (del que ya conocéis su buen hacer) trabajaron como esclavos para dicha casa real. Los ex súbditos de Bolito III fueron liberados y se esparcieron por todos los reinos que se encontraban al cuidado de aquel valle.

Ese fue el fin de la Casa de los Gatos Persas Añiles y de la magia en dicho lugar.

¿Y que fue de la duquesa y su bella madre?

Detrás de la estatua de rico marfil de una gran reina del pasado se abría con cierto esfuerzo un pasadizo de raíces y tierra húmeda que tenía su salida en el bosque de MentaNegra a la periferia del reino caído.

Desde aquel lugar se podía observar todo el reino en pirámide, un reino que ardía hasta los cimientos y que nunca sería reconstruido.
Pese a todo, Marianette, dormía en la falda de su madre, quien agotada, se había dejado caer en la hierba de escarcha.
Soñaba con su gran día, soñaba con su padre, el rey que la colmaba de cariño y que no volvería ver mas que en sueños como este.


Continuará...

miércoles, 25 de enero de 2012

Luccine Merryweather


(Post rescatado de un foro de rol, como iba a dibujarla y se me habían ocurrido aventuras para mi pequeñaja... que menos que rescatar su perfil. Lleva conmigo mas de 8 años y pasó de ser una muñeca bonita a una figura común para mis descabellados cuentos o delirios infantiles )



Nombre: Luccine
Apellidos: Merryweather
Raza: Aunque tiene aspecto de niña humana es lógico que no lo es.
¿Un hada? ¿Un fantasma? Nadie lo sabe, Simplemente esta ahí y se llama Lucci.
Edad: No esta del todo claro, aunque Arianrhod afirma haberle sonsacado que tiene 13 años,
ciertamente parece demasiado pequeña para tener esa edad.
Sexo: Femenino.
Origen: Hay rumores de que es descendiente de los nobles que habitaban el castillo de la colina de la ciudad milupi.
Pero ese castillo lleva abandonado décadas y nadie ha reclamado para sí las tierras.
Lugar de Residencia: Todos y ningún sitio. Ha vivido con los elfos, en el parque, otra temporada fue mascota de los vampiros de la zona.
También se hizo una pequeña casita de cartón a orillas de la playa y ha sido huésped de las mejores mansiones de Milupi.
Aspecto Físico: Ella es pequeña y menuda como el pueblo de las hadas.
Su piel es rosada y tiene su cara redondita y mofletuda cubierta de pecas.
Sus ojos son de un dulce color ámbar a los que hacen sombra unas espesas pestañas castañas.
Tiene una preciosa sonrisa risueña, de hecho, siempre esta sonriendo, nunca nadie la ha visto jamás con una mueca de desagrado o tristeza.
Desprende de su melena naranja y alborotada un delicioso olor a galletas y avellanas.
Es tan pequeñita que casi ni se la ve si ella no quiere, normalmente siempre va de un lugar a otro andando en pequeños saltitos
acompañada siempre de su fiel cocker spaniel de color canela, Toffee.

Si hay algo destacable de su vestuario son sus zapatos rojos. Siempre lleva zapatos rojos.
Merceditas, botas, sandalias, pero siempre del mismo color que las piruletas.
Su ropa es bastante variada aunque tiene predicción por los trajecitos de colores alegres y dibujos bonitos.
Usa una capa granate siempre por encima de sus trajes cuando tiene algo de frió solo con ellos.
Decora a menudo su pelo esponjoso con flores blancas, pincitas de mariposas purpuras, diademas dignas de princesas y lazos de seda de muchos colores.
A pesar de su posible aspecto cuidado y caro, Luccine no es heredera de ninguna fortuna. Y seguramente
toda esta seda y terciopelo sean simplemente regalos de Milupianos encantados con ella y su aura de tierna huerfanita.

Personalidad: Si hubiese una palabra sola para describirla seria "deliciosa".
No es que hable con mucha frecuencia pero su presencia ya te hace sentir dichoso sin saber muy bien porque.
Es cortes, educada y a la vez ingenua y risueña. De temperamento feliciano y amante de las cosas brillantes coloridas y bonitas.
Ama por encima de todo a su cocker toffee al que cuida con verdadera dedicación.
Su comida favorita son las galletas de mantequilla bañadas en leche condensada que comparte siempre con Toffee y
disfruta durmiendo a la interperie en algún rincón cálido y blandito.
En si su existencia es todo un enigma, se ha convertido en una leyenda popular de Milupi.



lunes, 23 de enero de 2012

Destello y las marcas cobrizas

(Relato corregido del 2 de Junio del 2009, música: Empty, The cranberries)

"Ella se esforzaba, cuidaba su lenguaje, vigilaba el protocolo y serenaba su mal carácter. Siempre había sido una pequeña salvaje ¿Que se podía esperar de una joven criada por bárbaros y lobos en el interior de tan magno y primigenio bosque? Dentro de ella hervían una independencia lobuna y un terrible carácter mal vistos dentro de aquella pirámide jerárquica. Pero a pesar de todo había luchado mucho para llegar donde estaba. Pertenecía a los arqueros de la guardia real.

Aun recuerda el día antes de la Gran batalla. Había explotado un enfrentamiento entre los habitantes del bosque y los crueles e industriales invasores. Su madre le colgó una bolsa de cuero curtido a su espalda y en ella puso unos pedazos de carne medio crudos, pan y algunas moras recién cogidas del zarzal que había frente a su caseta de piel.
Ella había llorado. ¡Oh, claro que sí!
Podrían considerarla una desalmada, un animal sin sentimientos, pero no quería desprenderse de su familia, de su hogar, de su espléndido y misterioso bosque.

Ahora ya no llora, o quizás no tanto y nunca por esa razón. Había luchado por hacerse con honor un rincón en este despiadado mundo. Todo iba bien, mas o menos, sus compañeros la respetaban por lo que era, valoraban su talento con el arco y reían con ella en la taberna. ¿Era feliz, no? Hasta entonces no se preocupó por su piel curtida, sus manos asperas o los tatuajes cobrizos que recorren su cuerpo. Aquellas manchas eran el legado de su familia.

O no se preocupo, al menos, hasta que apareció el.
Era capitán de la caballería de su majestad y llegaba desde las tierras del norte. Quizás fue porque la trato de forma especial o a lo mejor fue por sus sabias palabras, puede que fuese la intensidad con la que hablaba y su talento como capitán. Ella nunca podría decir que fue exactamente lo que la impulsó a ese pozo oscuro de amor no correspondido.

Y se esforzó.
Sus maneras, su forma agresiva de hablar, hizo lo que pudo y nunca parecía suficiente. Si hubiese podido habría frotado sus tatuajes, su legado, hasta deshacerse de el por una mirada de aprobación ¡O incluso de deseo!
Aquella noche no podía dormir, el calor pegajoso y sofocante de adhería a sus sabanas de lino. Se vistió y salió por la ventana, donde crecía cerca un árbol en el que a veces se sentaba a disfrutar de las horas nocturnas y su quietud.
Desde ahí escuchaba música y alcanzaba a ver un trocito del mágico baile que se celebraba en el gran castillo. Ella nunca era invitada a esos bailes.

Algo la deslumbró.
Una hermosa y pálida jovencita con ojos del color del la mar cubierta por un traje vaporoso de telas rosadas.
Perecía un ángel. Llena de encantos, con su sonrisa iluminaba la sala. Se la veía feliz ¿Y quien no lo sería? A su lado, custodiando su belleza se encontraba el Capitán de la caballería, quien la seguía por la sala como perrito faldero.
No sufrió una decepción, es solo que... se había esforzado tanto, saber que todos sus sacrificios no habían tenido ni la mas mínima posibilidad... No deseaba competir con aquella señorita de belleza etérea .

Ella se decía que no le afectaba, que nunca se había hecho ilusiones, que nunca había deseado mas que la amistad que le profesaba el capitán. Pero no bajó de aquel roble en días.
No comía, ni dormía, tan solo observaba desde su refugio la sala de baila a oscuras que aguardaba otro gran baile. Desde aquellas ramas ella soñaba con una invitación que nunca llegaría, soñaba con trajes y compañías que nunca disfrutaría.

Al tercer día bajo resignada a seguir cumpliendo con sus obligaciones.
Una bolita blanca de pelo se removía entre las sabanas de su cama. Era un pequeño cachorrillo de lobo blanco, una rareza en aquellos lugares cálidos. Acercó la mejilla al diminuto y tembloroso hociquillo. Una cinta roja rodeaba el cuellecito de la criatura y de la cinta una carta colgaba.

"Para que ilumine ese oscuro camino que pareces recorrer estos últimos días "

Una semana después se encontraba de camino a los bosques de las colinas nevadas con "Destello", el pequeño lobito albino dentro de la bolsa de cuero que le regaló su madre. Ya había jugado a ser una persona normal durante mucho, quizás, demasiado tiempo. Ahora era hora de volver a casa, de aullar, de correr y de cazar, ya no tenía miedo, nunca mas volvería a estar sola."

sábado, 21 de enero de 2012

Amar al lobo

Amar al lobo.
Un comienzo extraño, sin duda.
Ideal para viejos y conocidos sentimientos viejos que ahora reclaman nombre y orden.
Exigen reconocimiento. ¿Qué decir? 
Un romance imposible en una lista de pérfidos y patéticos amores comúnmente literarios. No me avergüenzo de esta pequeña debilidad, es más, encuentro fascinante la facilidad con la que soy capaz de emular ciertos sentimientos.
Y el lobo, el temido cánido, había sido y será mi más fiel amante. No importa el tiempo que pase, por mi queda demostrado que sólo le guardo fidelidad a él y que puedo compartir mi devoción, pero que la suya siempre será más profunda, latente y espiritual.

Recuerdo etapas de mi niñez en que lo único que amortiguaba las burlas y los sinsabores de la crueldad infantil era la promesa de un documental sobre dichas fascinantes criaturas. Y aunque el encuentro poco fortuito tras unas barras de acero me dejó una huella de dolor, yo siempre me refugié en ese halo de nobleza y salvaje ideal que había creado para mis fieles amigos. Los tratos agridulces de la adolescencia fueron menos cuando por las noches, de madrugada, noches como las de hoy, dibujaba hasta el amanecer utópicos mundos de nieve y ventisca o bien hacia sonar Lycanthia hasta quedar dormida. Hoy, como la niña que creo ser, me sigo refugiando entre el pardo pelaje y la mirada ámbar; cuando la vida me recuerda que no debo flaquear... yo los busco en mi mente para que me den fortaleza e integridad en ocasiones y consuelo en otras.

¿Por qué el lobo? Debe haber una explicación más sencilla que no consigo recordar, tan solo tengo una febril tesis sobre la imagen ideal que he montado con esmero para ellos durante todos estos años. Camaradería, fidelidad, nobleza... un instinto que va mas allá de las imágenes y el retorcido placer del salvajismo en su más pura esencia. Esa reputación malograda me embauca y sus formas recortadas contra la noche hacen que me de un vuelco el corazón cuando las aprecio por el rabillo del ojo en algún libro de ilustraciones. He pasado horas frente a un reproductor oyendo los aullidos, calmando la ansiedad del momento con ellos o regocijándome con sus carreras cuando sentía que yo también sería capaz de correr si me lo propusiese.

He jugado a ser uno de ellos, he escrito sobre sus viajes y esta noche, esta más que ninguna otra, debía ser la noche en que pusiese por escrito una sensación que llevaba acunándose en mi mente durante años.