jueves, 29 de septiembre de 2011

Ideas rescatadas con cierta forma

Espero que las palabras calmen mi espíritu, espero que con ellas pueda encontrar algo de paz, que poca gente me sabe dar. Cuando estas paredes dejan cruzar el viento y esas breves gotas de felicidad por las que vivo, todo se queda tan vacío que... solo me quedan palabras.

El grafito y aquel té de canela, la esperanza de un sueño a traves de una lámina y sobre todo, palabras.
Las escribo, las expreso, juego con ellas, las maldigo pero ahí están. Y con ellas, una por una, rehacen el castillo de cristal que se hizo añicos por culpa de un suspiro incierto. ¿Quien aguarda en aquel paraje de rocas y mares recostado sobre un manto de hierbas? ¿Donde está aquel cielo gris que se funde en el agua y deja entrever esa suave brisa marina que calma el animo?
¿Donde guardo para mi las historias que nunca se escribieron por miedo a ser leídas?

Escribir... ahora solo quiero escribir; crear, imaginar y hacerlo imposible, posible en mi realidad. Calmaré el llanto cuando sueñe la caida en el prado de tréboles azules, mi verdadero hogar. Cuando pueda sentir aquellas húmedas gotas sobre mi piel y al mirar al cielo no sea capaz de expresar con... palabras aquello que logro avistar.
¿Y si tal vez me viera inmersa en las paginas de un cuento? Un relato, una historia que ya conozco, con la falsa incertidumbre del "que pasará", una bella historia llena de nostalgia, memorias y una flor reseca entre partituras en el mueble de la esquina.
¿Y si relato aquello que nadie es capaz de ver? ¿Y si tal vez intentase mostrar por unos instantes tras los cristales de la ventana aquello que está ahí desde siempre, silencioso?

¡Oh! Maldita orgullosa, no eres capaz ni por un asomo mostrar por propia voluntad todo aquello que creaste para ti. Solo cuando ves la puerta y llamas a ella con las manos cruzadas a tu espalda y con una sonrisa entre risueña y avergonzada, cuando finalmente te la abren y alzas levemente tu cabeza curiosa para ver lo que hay detrás.
Solo entonces, si aquello que ves tras la puerta te provoca la curiosidad, interés, si aquello que ves te aporta sensaciones paralelas, hermanas, a las que en tu mundo se muestran, solo entrarás. Seguidas de un millar de colores y pequeñas sílfides, guiadas a su vez por etéreas lucecitas cual estrellitas, todas inalcanzables. Y como una ninya pequeña que eres y serás, esperas en la salita rodeada de todas estas cositas que forman parte de ti. Esperas a que llegue, antes de recorrer la casa corriendo, riendo llena y extasiada por la emoción del momento.

( Texto de Agosto del 2005 escrito por mi que he rescatado y corregido un poco )

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Aprender de un cuento o dos

¿ De un libro ?
Yo siempre aprendo, por cada una de sus páginas yo intento sacar la esencia, mi esencia de el. No una simple moraleja para todos, si no una lección única para ese momento. Supongo que este es un poco especial, trata de la naturaleza, del instinto y de aullar por las noches; que de esto yo sabía mucho hace unos años.
No mentiré, hace unos años y en los meses recientes, donde mis orejas se han levantado, curiosas y atentas, para escuchar un sonido extrañamente familiar, el sonido de los pensamientos parejos que fluyen, el sonido de risas al unísono.

Pero no he acudido a este refugio con intención de dar explicación o excusa a este comportamiento. Si no porque deseaba contar, intentar relatar la sensación que unas simples letras, liberadoras y frescas letras, de como hacen bien en mi. Supongo que todo este ciclo de rigidez y sequía comenzó cuando me vi con serias dificultades para algo tan sencillo como andar, correr.
Pasear es muy importante para mi, cuando el nudo habitual de tensión entre la realidad y la fantasía se me agolpa en la garganta solo tengo que estirar las patas a los alrededores de mi actual hogar. Solo tengo que andar y el solo se deshace, obediente.
Cuando no pude hacerlo algo se despertó en mi, irascible y exigente. Ese torrente de disconformidad anidó en mi estómago y despertaba a menudo, azotado por malas palabras que en otro momento hubiesen pasado desapercibidas. Pero que mi nuevo inquilino, mi pequeño espíritu disconforme, se negaba a aceptar, a tolerar. No quería convivir con ello y lo mostraba con agresividad y aunque ahora he logrado apartarlo hacia un lado, tenerlo vigilado... hay veces que protesta, no se hasta que punto puedo llegar a controlarlo, aunque tampoco se si lo quiero controlar. Quizás ahí esté la verdadera solución.

Abrazar nuestra naturaleza he leído. Ya me gustaría...
Pero no a medias, como yo lo hago, no en momentos de verdadera necesidad,
si no, siempre, constante, como filosofía de vida.