sábado, 31 de diciembre de 2011

Lo que digo que nunca volveré a hacer

Estoy segura de que algún año me prometí no hacer de nuevo esto, escribir bajo la influencia del alcohol y nacaradas galletas navideñas. Pero hoy... no he podido resistirme, es mas
¿Porque hacerlo? A lo largo de nuestra nos privamos de muchas cosas; placeres, sensaciones, momentos...
y hoy, precisamente hoy, no he encontrado ningún impedimento para desahogarme aquí.

Cuando era pequeña me hablaron una vez sobre los deseos de este día tan especial y aunque ahora tenga tintes en mi persona mas incrédulos, sigo creyendo en la magia de este sencillo ritual.
Las persobas creen, las persona sienten y para muchos el día de hoy marca un antes y un dspues ¿Porque no tener fé en un día en el que tantas personas marcan como día de resurrección? Quzás solo eso, la fé, la esperanza, haga nuestros sueños mas queridos realidad.
Y es que hay que creer, por favor, en lo que sea. En un fututro, en ente, en la esperanza en si misma, en la magia. Pero creer, imaginar, eso es el progreso cotidiano, el alimento de cada uno de nuestros días. Cada mañana se hace mas fácil aderezada con la esperanza o la creencia irracional de que las cosas van a salir bien.

Yo se que esta noche me invadirá un magico sueño, uno hermoso, que mezcle las mejoras que serán cosa del fututo con las añoranzas y la ardiente melancolia del pasado. Se que en mi sueño, tras años largos de espera... podré ver el pais de nunca jamás. Pues al fin he encontrado el equilibrio exacto entre el amor y la melancolia. Y esa armonía, esa balanza igual ha de manifestarse con deliciosos delirios nocturnos. Y habrá duendes, hermosas hadas vestidas con hojas de roble, sirenas entonando el mas bello canto y... aquella figura, algo que quizás nunca logre descifralo, blanco y etereo, incorporeo e infantil... que nunca se asienta e inquieto siempre observa mi lugar de trabajo y me inspira con su presencia.


martes, 8 de noviembre de 2011

Reflexiones de la hija de un Templo 2

Acuciada, temblorosa e insegura.
¿Que había sentido? Su calor, sus pesares, una fuerte y pasional insistencia a saltarse por alto todas aquellas barreras que me hubiese dispuesto a poner en el pasado. No me lo esperaba, nunca lo habia hecho, pero no puedo negar que algo dentro de mi, ese instinto ligado a la luna del que tanto reniego estaba deseando que ocurriese. Y aunque ese hubiese sido mi ultimo dia en el continente me habría retirado con una sonrisa en recuerdo del abrazo, forzoso y necesitado.

¿Que había mostrado? Una dudosa necesidad de afecto, una confusa percepción de la situación, ¡cuan estúpida había sido! que en vez de devolver todo el bien que me había hecho abriéndole mis brazos me había cerrado en balde por temor. Pero ¡Por la Luz! ¿Temor a que? Sin experiencias que empañen una muestra de afecto sincera, solo por miedo a lo que este acercamiento podría suponer. Deduzco que el terror se adueño de mis músculos, de cada uno de mis sentidos cuando aquella oleada de cariño me inundo por completo. Y yo, poco acostumbrada a tan torrencial muestra de aprecio, me vi desbordada.

Creo que es una de las pocas veces a lo largo de mi vida que me he visto forzada a mentir. Dije que no requería la atención de nadie, que no la necesitaba y no es cierto. Solo necesitaba la atención de una persona, aquella persona que me abrazaba y era incapaz de apartar sus ojos vidriosos de los mios. Aun no soy capaz de ordenar esa fuente que emana sentimientos y emociones contradictorias dentro de mi.
Pero solo tengo una cosa, clara como que la Luz nos une a todos. Y es que si tengo que perder el control, quiero que sea ahora. Rezo porque llegado el momento sepa caz de dejar a un lado todas esas estupidas ataduras y abrazar la verdad de mi esencia y con ello de lo que siento.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Reflexiones de la hija de un templo 1

Ella era todo aquello que detestaba y aun así no sentía odio, ni tristeza. De hecho, no sentía nada. Sentir algo suponía tenerla en consideración y ella prefería dedicarle unos segundos extras a la Luz para velar por su paciencia, siempre inmutable, serena. Sus ojos almendrados de color ámbar se posaban inescrutables sobre aquel rostro grosero y obsceno. Algo le decía que no debía de tener fe en su fortaleza.
Su instinto de animal, muy dentro de ella, casi enterrado en lo mas profundo de su cuerpo, junto a sus huesos. Esa salvaje sensación le decía que debía guardar, que debía gruñir, atacar y marcar. Debía adelantarse a los acontecimientos. Otro instinto diferente y mas reciente, el humano, confiado y dulce le advertía cuan fácil era hacer trizas cualquiera de sus virtudes, le recordaba como una pesadilla de la infancia que se repite, que era su deber esperar con una sonrisa sincera.

Y lo hubiese hecho ¡ay, que si lo hubiese hecho!
Pero la pequeña había trabajado mucho, de hecho, este había sido su mayor proyecto desde la fatídica noche en el que la muerte tiñó de sangre y veneno su alcoba. Y nadie, absolutamente nadie iba a apartarla de el. Había cuidado y mimado con esmero y atención sus memorias, lo había aliviado y había acabado con sus temores como para que ahora le arrebatasen el mayor de sus placeres, aquel que había sudado y llorado, aquel que se presentaba frente a ella, dulce y tentador como la miel, pero conseguido con un esfuerzo y sacrificio inhumanos.

¿Tímida? Nadie sabía lo que era estar encerrada en un cuerpo que había dejado de comprender sus instintos mas básicos.
¿Inútil? Aun no había mostrado nada, ella era capaz de mucho mas. Ella podía ofrecer algo mas que una temblorosa hija del templo.
¿Cuando perdió el decoro?
Cuando se vio acorralada, cuando vio truncados sus sueños de una manada y un hogar errante, cuando vio acorralados su buena fe y predisposición bajo la amarga y espesa sombra de los celos.
Siempre al límite, siempre en el último momento. Solo una noche se dijo y luego volvería a encerrarse en las enseñanzas de la catedral arraigadas en su alma. Solo una noche, en la que daría rienda suelta al galope desenfrenado de su corazón, donde dejaría correr al lobo y velaría solo por su maldito placer. Y nada podría hacer ella contra el golpe de deseo de alguien que ha estado toda su vida atada a unas normas humanas, aniquiladoras y abruptas. La pregunta era: ¿sería capaz de parar?

jueves, 29 de septiembre de 2011

Ideas rescatadas con cierta forma

Espero que las palabras calmen mi espíritu, espero que con ellas pueda encontrar algo de paz, que poca gente me sabe dar. Cuando estas paredes dejan cruzar el viento y esas breves gotas de felicidad por las que vivo, todo se queda tan vacío que... solo me quedan palabras.

El grafito y aquel té de canela, la esperanza de un sueño a traves de una lámina y sobre todo, palabras.
Las escribo, las expreso, juego con ellas, las maldigo pero ahí están. Y con ellas, una por una, rehacen el castillo de cristal que se hizo añicos por culpa de un suspiro incierto. ¿Quien aguarda en aquel paraje de rocas y mares recostado sobre un manto de hierbas? ¿Donde está aquel cielo gris que se funde en el agua y deja entrever esa suave brisa marina que calma el animo?
¿Donde guardo para mi las historias que nunca se escribieron por miedo a ser leídas?

Escribir... ahora solo quiero escribir; crear, imaginar y hacerlo imposible, posible en mi realidad. Calmaré el llanto cuando sueñe la caida en el prado de tréboles azules, mi verdadero hogar. Cuando pueda sentir aquellas húmedas gotas sobre mi piel y al mirar al cielo no sea capaz de expresar con... palabras aquello que logro avistar.
¿Y si tal vez me viera inmersa en las paginas de un cuento? Un relato, una historia que ya conozco, con la falsa incertidumbre del "que pasará", una bella historia llena de nostalgia, memorias y una flor reseca entre partituras en el mueble de la esquina.
¿Y si relato aquello que nadie es capaz de ver? ¿Y si tal vez intentase mostrar por unos instantes tras los cristales de la ventana aquello que está ahí desde siempre, silencioso?

¡Oh! Maldita orgullosa, no eres capaz ni por un asomo mostrar por propia voluntad todo aquello que creaste para ti. Solo cuando ves la puerta y llamas a ella con las manos cruzadas a tu espalda y con una sonrisa entre risueña y avergonzada, cuando finalmente te la abren y alzas levemente tu cabeza curiosa para ver lo que hay detrás.
Solo entonces, si aquello que ves tras la puerta te provoca la curiosidad, interés, si aquello que ves te aporta sensaciones paralelas, hermanas, a las que en tu mundo se muestran, solo entrarás. Seguidas de un millar de colores y pequeñas sílfides, guiadas a su vez por etéreas lucecitas cual estrellitas, todas inalcanzables. Y como una ninya pequeña que eres y serás, esperas en la salita rodeada de todas estas cositas que forman parte de ti. Esperas a que llegue, antes de recorrer la casa corriendo, riendo llena y extasiada por la emoción del momento.

( Texto de Agosto del 2005 escrito por mi que he rescatado y corregido un poco )

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Aprender de un cuento o dos

¿ De un libro ?
Yo siempre aprendo, por cada una de sus páginas yo intento sacar la esencia, mi esencia de el. No una simple moraleja para todos, si no una lección única para ese momento. Supongo que este es un poco especial, trata de la naturaleza, del instinto y de aullar por las noches; que de esto yo sabía mucho hace unos años.
No mentiré, hace unos años y en los meses recientes, donde mis orejas se han levantado, curiosas y atentas, para escuchar un sonido extrañamente familiar, el sonido de los pensamientos parejos que fluyen, el sonido de risas al unísono.

Pero no he acudido a este refugio con intención de dar explicación o excusa a este comportamiento. Si no porque deseaba contar, intentar relatar la sensación que unas simples letras, liberadoras y frescas letras, de como hacen bien en mi. Supongo que todo este ciclo de rigidez y sequía comenzó cuando me vi con serias dificultades para algo tan sencillo como andar, correr.
Pasear es muy importante para mi, cuando el nudo habitual de tensión entre la realidad y la fantasía se me agolpa en la garganta solo tengo que estirar las patas a los alrededores de mi actual hogar. Solo tengo que andar y el solo se deshace, obediente.
Cuando no pude hacerlo algo se despertó en mi, irascible y exigente. Ese torrente de disconformidad anidó en mi estómago y despertaba a menudo, azotado por malas palabras que en otro momento hubiesen pasado desapercibidas. Pero que mi nuevo inquilino, mi pequeño espíritu disconforme, se negaba a aceptar, a tolerar. No quería convivir con ello y lo mostraba con agresividad y aunque ahora he logrado apartarlo hacia un lado, tenerlo vigilado... hay veces que protesta, no se hasta que punto puedo llegar a controlarlo, aunque tampoco se si lo quiero controlar. Quizás ahí esté la verdadera solución.

Abrazar nuestra naturaleza he leído. Ya me gustaría...
Pero no a medias, como yo lo hago, no en momentos de verdadera necesidad,
si no, siempre, constante, como filosofía de vida.

martes, 14 de junio de 2011

El sueño de una tarde de verano**

Era una calurosa tarde de verano, una de esas, amarillas y secas, desprovistas de todo interés y entretenimiento posible o realizable. La habitación se encontraba cubierta de aburridos libros de análisis y sintaxis, una taza de té vacía y varios subrayadores descansaban placidamente sobre el escritorio; la lectora en cuestión, dueña de aquel caos, se mecía distraída apoyada en el alféizar de la ventana, escuchando el sonido de la monótona estación, soñando despierta con otros mundos de invierno. De cuando en cuando levantaba su mirada soñolienta para avistar a Cenizas, un Husky siberiano que también detestaba en silencio esta época del año, en busca de distracción. Pero a Cenizas también le aburría aquella interminable tarde.

Olía a canela, polvo y cloro. La joven suspira, Cenizas la imita y la situación no parece que vaya a mejorar hasta que la noche llegue y cubra aquel desértico paisaje con su manto. Haciendo de el un lugar mas misterioso, húmedo y encantado. Convirtiendo las marismas en pantanos de brujas y los pinares en bosques de hadas. Nunca leerías en un libro una trágica historia de amor a media tarde ni un paseo entre unicornios a plena luz del día, o eso pensaba ella. Las cosas mas interesantes siempre ocurrían pasado el ocaso del sol, que todo lo ilumina, lo esclarece y lo despoja de todo secretismo y seducción.

O eso pensaba hasta llegó el.
Al principio era una nube abstracta en la inmensidad del cielo, una pequeña mancha blanquecina con toques de un dorado deslumbrante en la que nunca te fijarías dos veces, porque esa clase de cosas nunca son lo que te gustaría que fuesen, siempre son producto de ilusiones y desconocimiento.
Pero esta vez la señorita del alféizar estaba muy predispuesta a creer en aquella desconcertante y extraña nube. Por emerger de aquella entumecedora tarde de estudio estaba dispuesta a creer que era incluso un hermoso caballo de alas plateadas que venía en su búsqueda.
Quizás no fuese lo que pensaba nada mas observarlo, pero nada menos increíble se acercaba al viejo caserón donde vivía y cuanto mas imposible le parecía todo aquello, mas dispuesta estaba a creer en el.
Cenizas se alzó sobre sus patas traseras, apoyado en el marco de la ventana abierta y ladraba, ella lo intentaba calmar "Calla, calla, no vayas a espantarlo" Como si aquella noble criaturita guardase en su interior poder semejante para hacer retroceder a un dragón.

El dragón albino batió sus alas a unos escasos metros de su ventana, imponente, majestuoso, con reflejos dorados en sus escamas y una intensa mirada ámbar. El inmaculado cielo pareció palidecer a su lado y el olor a verano de siempre se transformó en un perfume inquietante de azufre y especies de otra tierra. La mujercita abría los ojos de par en par y se los refregaba nerviosa, pues lo que al principio había sido un pasatiempo en el que había decidido creer para matar minutos a sus horas de estudio, ahora era un sueño hecho realidad. Parecía que sonreía, parecía que la miraba ¿quería que lo siguiese? Aquel instante fue eterno, quizás los dragones llevan la inmortalidad consigo, pues dos minutos parecían haber sido horas. Y en los diez segundos siguientes durante los que recorrió las escaleras a toda prisa para salir al descuidado patio de piedra parecía haber llegado el atardecer.

Cenizas la seguía, inquieto a causa de aquella majestuosa criatura, pues una cosa eran los diversos e inofensivos animalitos fantásticos que traía su dueña cada noche a su habitación y otra muy distinta tan feroz y amenazador señor de las montañas de fuego.
Ella lloró durante horas hecha un ovillo en un rincón de aquel humilde patio cuando vio que el mayor de sus sueños se había esfumado de la misma extraña e irrisoria manera en la que llego.
Pero cuando la noche llegó y con ella su perfume de irrealidad y su capa de sueños imposibles la chica hizo de aquel aburrido verano su mas trepidante cruzada. Aquella que se contaría a si misma años mas tarde cuando no conseguía conciliar el sueño: La dama y Cenizas en busca del Dragón blanco.

**Guiño al sueño de una noche de verano, de Shakespeare.

miércoles, 2 de marzo de 2011