miércoles, 19 de septiembre de 2012

Nicole tocando el arpa




¡Mi pequeña Nicole Copperwing tocando el arpa ^_^! Tenía el dibujo acabado desde hacía meses pero hasta ayer no pude terminar de colorearlo ><. Está hecho con lápices acuarelables, como es costumbre :3. Veo un pequeño progreso en los dibujos, lento... si, pero un progreso ^__^. Tengo ganas de seguir dibujando <3 ¡He terminado los exámenes y soy libre para ello!

miércoles, 6 de junio de 2012

Y todos desaparecieron



El día en que todos desaparecieron del castillo no fue diferente de otros, un tímido rayo de luz bailó entre las cortinas de seda y alcanzó a la joven muchachita. Ella, perezosa y sin prisa alguna, se desperezó, alzó sus puños hasta rozar una de las etéreas telas del dosel y miro a ambos lados de su penumbrosa habitación. Quizás todo estaba demasiado silencioso, como si una espesa bruma hubiese apagado cualquier ruido por más nimio que fuese. En cualquier caso ella no se percató, adoraba el silencio y aquella sosegada mañana le parecía una bendición. Cenizas se encontraba aun dormitando sobre la colcha, respiraba profundamente y durante unos minutos se permitió contemplarlo simplemente por el placer que le producía ver a su compañero en tan plácido estado. El destello, ahora un poco mas atrevido, también rozaba al lobo, aunque a este no parecía molestarle. La luz se filtraba entre su pelaje y lo hacía parecer una colina gris a la tibia luz de la luna.

Ella cabeceó, no podía dormirse con ensoñaciones, no era apropiado, el castillo hacía ya horas que estaba abierto a los ciudadanos y debía adecentarse para hacer presencia en la corte. Miró hastiada el armario y justo al poner sus pies descalzos sobre la fría losa de piedra sintió una aguda punzada de hambre. Quizás aun no fuese tan tarde como para llegar a escondidas por los pasillos hasta la cocina y mendigar un pastel o dos. No, sin duda no lo era, la luz aun no cubría su estancia personal por completo. Ni por un momento se le ocurrió que aquel fuese un húmedo y lluvioso día. Decidió dejar dormido a su fiel Cenizas, al cual le posó un beso en la naricilla antes de marchar.

Un escalofrío recorrió su espalda nada mas cerrar la puerta de su habitación tras de si, una brisa traicionera y gélida cabalgaba por las estancias exteriores y ella solo llevaba puesto un fino camisón de lino que arrastraba pero que poco tenía que hacer con aquel tiempo tan desapacible. Ninguno de los candelabros estaban encendidos, ni una voz se oía hacer eco entre aquellas majestuosas y solitarias paredes.
Quizás si fuese demasiado temprano ¿En algún momento se apagaban las velas de aquel castillo? La jovencita no quiso verlo, pero incluso en las enmohecidas esquinas de los pasillos habitaban espesas telarañas. Pero no hay mas ciego que el que no quiere ver y nuestra muchacha creía firmemente en que tarde o temprano alguna doncella o uno de sus parientes saldría a su encuentro. Caminó decidida hasta la cocina y no fue hasta que abrió aquella pesada puerta de madera cuando supo que todo había cambiado, que todos se habían ido. Pues allí no estaba Melissa con su amplia sonrisa y los panecillos recién horneados, no estaban Anne ni Perry con sus caritas pecosas y risueñas, ni tampoco estaba la caldera estaba encendida. Allí no había nadie.

El fuego estaba apagado y las alacenas vacías e incluso la gran mesa de roble tenía un dedo de polvo. Aquel habitáculo tenía el aspecto de no haber sido usado en años. Y como si de un malicioso conjuro se tratase fue entonces cuando la pequeña Mazapán se dio cuenta de que estaba sola.
¡Y no solo en un sentido metafórico! No, estaba absolutamente sola. Aun no había visitado el resto de habitaciones pero sabía en lo más dentro de su ser que cada estancia, cada cocina, estaba completamente vacía. Nunca el castillo se le hizo tan inmenso y tan lúgubre. Las paredes parecían apulgaradas y el olor a humedad parecía haberse instalado en sus pulmones. Ahora era mucho más fácil creer en historia de fantasmas vengativos y brujas rencorosas.
Pero ella lo sabía, aquello no era obra de ninguna entidad maliciosa, había sido cosa del destino, de lo inevitable, se habían ido todos y nadie la había avisado. Se preguntó si quizás la habían llamado y ella no había contestado o si el día anterior durante la opulenta cena se había hecho mención de un gran y fastuoso viaje.
 Nada habían dicho, nada habían mencionado y la princesa estaba ahora sola en aquellas ruinas malditas. No había lugar en sus pensamientos para una lógica razón o un plan de huida, en su mente solo bullían las sonrisas de sus conocidos, familiares y la pregunta silenciosa que no se atrevía a pronunciar.
 ¿Porque me han dejado aquí sola? ¿He hecho algo mal? Se abrazó a sí misma para darse calor, pues parecía que el frío desde que se había percatado de aquel trágico suceso había ido en aumento. Agarró con saña los bordes de aquellas mangas de encaje y hundió su mirada en el suelo polvoriento.
¿Porque la habían dejado sola? se repetía. ¿Acaso no la querían? ¿Acaso no se había portado bien? Muy dentro de su ser ella sabía que nunca encajaría del todo en aquella majestuosa sociedad pero aun así, era feliz, pese a todos los sin sabores se sentía afortunada y colmaba cada banquete de cumplidos y sonrisas. Incluso llegó a pensar que todo lo acontecido era una ilusión hasta que el tacto rasposo en su tobillo hizo que pegara un brinco y formulase un chillido en su garganta.

Cenizas la miraba desde la profundidad de esos hermosos ojos verdes que parecían guardar la esencia del bosque. Las orejas gachas mostraban preocupación y su sonrisa lobuna se había esfumado, era tiempo de decisiones. Se irguió y alzó las orejas como haciendo un esfuerzo en que ella reparase en su presencia, en su majestuosa y fastuosa presencia que parecía llenar aquellas cuatro pareces de un poder salvaje y real que parecía en ocasiones incluso mágico, la magia que reside en todos los animales salvajes.
Y Mazapán se retracto, ella no estaba sola, Cenizas estaba allí.
Cenizas siempre estaría con ella, no importa cuanto tiempo pasase o cuanta gente conociese. El era inmutable, lo único real y verdadero de su vida. Fue él quien la despertó de aquella pesadilla que era la autocompasión y le insufló de fuerzas para iniciar su camino. Se volvió en compañía del lobo hasta su habitación para provisionarse. Partiría aquella misma mañana y esa decisión le parecía más real que todas las decisiones que había tomado a lo largo de esos cómodos años.
Se vistió presurosa con el traje más cómodo y ligero que tenía. Ató las botas de cuero blando hasta las rodillas y cubrió los hombros con una larga y pesada capa añil. No había tiempo para cargar con nada mas, no había tiempo para comprobar si había comida en el resto de las estancias. La pesada sombra de aquel ruinoso castillo se cernía sobre ella y no consentía quedarse allí por más tiempo.

Corrió escaleras abajo con Cenizas en los talones y cuando abrió la puerta trasera del castillo se fijó que aunque la noche anterior le había parecido estar a mediados de un caluroso mes de junio, el tiempo ahora se mostraba frío y cambiante, como si fuese otoño. Tardó horas en descender el acantilado hasta llegar al borde de un bosque joven, el bosque que anteriormente se había quemado y en el que ahora nacían nuevos y asilvestrados matorrales, el bosque donde había encontrado a Cenizas y en el que estaba dispuesta encontrar su hogar.
Mazapán tomó aire y posó su mano con decisión en el pecho, su corazón le latía con fuerza sin saber muy bien porque, sin saber que estaba ante un cambio, uno en el que no podría dar marcha atrás. Las hojas resecas se resquebrajaron bajo el peso de su bota y aquel sonido fue el comienzo de todo. Largos días esperaron a la joven en el bosque, días en los que a veces podía comer y días en los no tenía tanta suerte. No obstante, la naturaleza era amable con ella y siempre podía alimentarse de frutos cuando la caza de Cenizas no acompañaba. El bosque se había convertido en un maravilloso tapiz de tonalidades rojizas y verdes. La mutabilidad de aquel lugar era hermosa, liberadora y aunque se sentía sola en ocasiones un gruñido de Cenizas solucionaba fugazmente sus tristes tribulaciones.
Solo cuando sintió que debía dejar de andar porque fuese lo que fuese lo que buscaba no lo iba a encontrar, avistó una cabaña cubierta de musgo entre el espeso ramaje del bosque al atardecer.

Nadie le había hablado nunca de ella, nadie nunca le mencionó aquella humilde cabaña en medio del espeso bosque. Pero ella sabía perfectamente quien habitaba ese lugar. Y solo el hecho de contemplar en su mente la silueta de aquella persona la hizo romper en un llanto jubiloso. Un llanto lleno de esperanza, unas lágrimas humildes, las lágrimas de una persona que se siente tan afortunada de su encuentro que no es capaz de expresar con palabras su alegría.
Mazapán corrió hasta el lugar con Cenizas a la carrera tras de ella. Ni tan siquiera frenó cuando se topó con la puerta cubierta de pieles si no que la abrió de un golpe y se adentró en aquella misteriosa morada.
La anciana se encontraba a pie de una pequeña hoguera y parecía trenzar algunas raíces, no se volvió para ver a esa muchacha maleducada y llorosa que había irrumpido en la tranquilidad de su hogar, si no que se limitó a esbozar con voz áspera las siguientes palabras: "Al fin has llegado".

La joven sorbió sus lágrimas, volvió a romper en llanto y se echó sobre la falda de la anciana, quien sin sorpresa alguna, acarició los revueltos cabellos de la mujercita. Olía a tierra, cuero y almizcle. Y aunque la anciana no era ni había sido bella en toda su vida, para aquella niña era el ser más hermoso que había conocido nunca. Pues su sabiduría le confería de toda la belleza que a ojos de una mujer podía tener. Sus manos eran ásperas y callosas, su cuerpo retorcido y arrugado como una pasa. Cenizas admiraba la escena ya tumbado cerca del fuego, a quien tampoco parecía extrañar mucho la vieja.
Los minutos pasaron, Mazapán se quedó dormida en su regazo y la sabia anciana continuo su labor sin dejar de abrazarla entre sus brazos. Al día siguiente, cuando despertara entre tibias sábanas de piel en aquel misterioso lugar podría advertir por una rejilla de la puerta que el invierno había afianzado su dominio sobre el bosque con una hermosa capa de nieve.

sábado, 19 de mayo de 2012

Tocar Madera

Los cazadores y leñadores tenían la costumbre de golpear el tronco de un árbol una vez se adentrasen en el bosque para despertar al espíritu de este mismo, para despertar al Waldgeist. Se aseguraban de esa forma que no les ocurriese nada malo durante su jornada de trabajo.

El Waldgeist es el espíritu guardián del bosque dentro del folklore alemán y se dice que protegía a todos aquellos puros de corazón que se aventuraban en el bosque e incluso que aquel que conseguía avistarlo entre los árboles era colmado de buena suerte. Se le describe como un espíritu travieso y juguetón, cambiante como el mismo bosque al que guarda.

"Waldgeist en la Wikipedia"

martes, 15 de mayo de 2012

Un sueño

"Es una isla de contornos inciertos.
Coronada por los bosques, poblada de ninfas y de hadas,
y de faunos. Sus abrigos adornados con gemas de rocio.


Es una quimera nacida de la Inocencia.
Para alcanzarla hay que ir allá lejos.
Más allá del murmullo de los vientos y las mareas.
En el corazón de un bosque tan inmenso
que se necesitan años para atraversarlo.


Por estas colinas y en estos valles,
nuestros pies de niños pasearon.
Pero, nunca dejaron allí huella alguna, 
ni siquiera sobre la tierra de este sendero.


Ya que la infancia, como arena entre nuestras manos,
corre a lo largo de los inviernos y de los veranos.
Y esta isla de formas soñadas por la Inocencia
se nos escapa un poco más cada día.


Como un recuerdo escondido.
Como los fragmentos de un sueño que aun acariciamos a veces.
Sin poder nunca olvidarlo realmente."


Extracto de Yaxin, escrito por Dimitri Vey.

domingo, 22 de abril de 2012

Dibujo de una noche ideal



Dibujo realizado a mano por mi y coloreado con lápices acuarelables.
Espero poder seguir mejorando poco a poco ^_^.

viernes, 13 de abril de 2012

¡Aviso a todos los hechiceros!


Desde que era una niña, una enana molesta con el cabello corto y alborotado, siempre quise ser hechicera. Yo quería invocar unicornios del azucar moreno y que mis conjuros de agua dibujados con cera en la alfombra del salón se hiciesen realidad.

A día de hoy, con una veintena y media a mis espaldas, no he sido capaz de conjurar nada que no fuese el fuego de mi mechero, no conseguí convocar unicornios para que los demás los viesen e iluminasen sus vidas con el recuerdo, pero cada noche le doy un beso de buenas noches a uno verde e imaginario que descansa en mi balcón.

Porque los hechiceros, acechados por la tecnología y bajo el yugo del estrés de una vida corriente, ya no tienen tiempo para dedicarse a sus ajados pergaminos y sus pesados y enigmáticos grimorios, si no que guardan sus cantos en un word con letra número doce. Las pociones de amor y ungüentos de la buena estrella ahora huelen a fresa y plátano y son el recuerdo de una merienda memorable. Yo no vivo en una torre encantada, mi cuarto está en una segunda planta. Y no tengo polvos mágicos pero si de los inolvidables.
No puedo entenderlo ¡Cuanto hechicero perdido!
Ya no hay druidas para compartir secretos en la falda de una montaña, pero si hay brujas que te roban el bastón. Me licencié en conductas y comportamientos del dragon verde de Asia y ahora solo aspiro a cobijarlos en viejos mitos de una carrera de letras.
Hablamos con la mirada perdida, el oído en otra parte y la cabeza en Pekín (de donde son los dragones azules). Nuestras runas se pintan solas en servilletas de papel mientras pasamos el tiempo en las cafeterías.

¡Esto es un llamamiento para todos esos hechiceros perdidos! Ayudémonos los unos a los otros a sobrevivir y que esta digna profesión de mago de tres al cuarto no se pierda; que son muchos los que no entienden de magia y su delicada forma de manifestarse como para que nosotros también lo olvidemos.

lunes, 9 de abril de 2012

La caida de un castillo de naipes

(Relato del 5 de Mayo del 2009 sobre mi pequeña y díscola Arianrhod)

Ella siempre había aspirado a lo más alto.
Bueno, quizás no siempre, estoy segura de que alguna vez había soñado con ser solo ella misma,
con sus berrinches y mal temple en una una cabaña muy lejos acompañada o no, de alguien.
Esto último siempre le había parecido indiferente, hasta ahora.
Hasta que apareció ella, con su sincera y franca sonrisa, y sus ojos de color caramelo.
Hasta que apareció ella aquel castillo de naipes no era perfecto, pero se sostenía.

No era una buena persona, se irritaba con facilidad y la envidia enturbiaba sus sentidos con frecuencia.
Competitiva, soberbia, exigente.
Tocaba el violín desde que tenía cinco años, ella era una superdotada, un genio en ciernes que durante años lo había dado todo por la música,
lleno de talento pero sin espíritu propio.
Cree recordar tardes donde tocaba para Juvett, la cual acompañaba esa melodía torpe con su aterciopelada voz.
A ella también la envidiaba, a ella a la que más.
Su hermana no tenía maldad, era dulce, blanda y reconfortante, no le hace falta
revestirse de lazos y puntillas para emanar ternura e ingenuidad.
Hubiese cambiado su talento de buena gana por un trocito muy pequeño de la magia que emanaba de ella.
Pero era imposible odiarla, aquella pálida criatura había nacido para ser amada,
era la musa de todos aquellos que la escuchaban piar en su inmaculado balcón de mármol.
Tan mágica y tan sola.

Era el centro de su reducido mundo, o lo había sido hasta que en una sobria y aburrida entrevista
conoció a la que sería su nueva guardaespaldas. Fuerte e imperturbable y a la vez fresca y natural.
¿ Creéis en el amor a primera vista? Ella no.
Pero no podría conciliar el sueño en noches haciendo memoria de cómo la había tomado de la mano para presentarse
y sobretodo, no olvidaría aquella mirada fugaz a la puerta corredera de cristal,
una mirada triste y llena de ansiedad con destino en su hermana Juvett.

martes, 3 de abril de 2012

Tributo a mí misma

Era un sentimiento insólito, uno más de tantos, sin duda, eso a estas alturas ya no me sorprende. Pero lo cierto es que era mas embarazoso de digerir, algo nuevo que se ocultaba fácilmente bajo las capas de otros nombres poco acertados. No sabía muy bien si reír o llorar, siempre podría dejarme llevar, pero desde aquellos años al borde de un muro en el bosque ya voy con pies de plomo, y a cada nuevo suceso que hace aflorar un sentimiento lo interrogo a conciencia.
¿Quien eres? ¿Porque estás aquí? ¿Como has surgido?
Y a ellos sin duda les molesta, les debe resultar extraño y lamentable que alguien los cuestione, no suele ocurrirles, a momentos tan dichosos nadie parece poner reproche en sus labios.

Hoy era el día en que dos de estos se encontraran, uno ignorado y persistente y el otro mas alegre y pizpireto. Y aunque de todo corazón quería hacer huir al primero, me encontré con la chocante situación de que venía de la mano del otro, más conmovedor, más abstracto.
Nunca seré capaz de explicar la alegría, la emoción que se agolpó en mi garganta cuando eché un vistazo a ese folio manchado de grafito y vi que por fin era capaz de plasmar a grandes rasgos abstrusas ideas de mi mente.
¡Y pobre de aquel que se atreva a discutir sobre la valía de tal ensoñación!

Era como degustar la más dulce exquisitez durante unos breves segundos pero a la vez mantener su recuerdo durante días para poder paladearlo con calma. Fue como aquella vez en un tren donde me sentí feliz simplemente por el hecho de escuchar una canción bonita y poder observar el camino. Como cuando tienes la certeza de amar a alguien durante un momento sin que el miedo haga mella en ese equilibrio tan delicado que es el amor correspondido.

Estoy segura de que no podré retener durante mucho mas tiempo esa tierna evocación, pues la costumbre mata los sentimientos inesperados y esta misma hará que me esfuerce por plasmar los reinos de fantasía mas enrevesados, mundos laberínticos que me guíen de nuevo a encontrar esa temporal y breve perfección.

No obstante, como ya he dicho, esa deliciosa muestra de felicidad iba entrelazada con la certeza de algo mucho más grande y complejo de afrontar. Por un momento me pregunté si el placer obtenido de unos segundos era suficiente para compensar tanto sufrimiento, sin sabores, miedos y tormentas venideras. Reconozco que fui injusta. Pero la sensación se nutre de mis miedos y a veces, cuando no soy capaz de mantenerme serena y estable se adueña de mi pecho como si unos tentáculos lúgubres y etéreos se tratasen, no importa cuanto corra o cuanto cambie la situación porque eso que temo tiene su nido hecho en mí.

A veces creo derrotarlo y me alzo victoriosa, por un momento me parece que no volveré a deambular por tan tenebrosos parajes hasta que me doy cuenta de que es cuestión de tiempo que ese sendero feérico y reluciente desemboque en otro de macabro atractivo. Pero si algo he aprendido estos días ha sido a aceptar la dualidad de las cosas. ¡A buenas horas!
Pero una cosa es leerlo y comprenderlo y otra muy distinta convivir con ello y hacerlo tuyo, cocinar a fuego lento en tu marmita esa filosofía con muchas otras vivencias que en el peor de los casos son incompatibles.

Así pues, hice uso de esta sabiduría recién adquirida y la apliqué a tan espinoso rompecabezas. Ni luces ni sombras, no mas héroes o villanos, ni ángeles o diablos, ahora todo era una nebulosa hermosa e imperfecta a su manera que tenía que aprender a amar y comprender. Debía practicar y hacer de ella un marco para mi vida. Y aunque aquello auguraba durar siglos ya había conseguido que lo sopesase, lo cual en una persona cabezota como soy yo es tener recorrido la mitad del camino.
Supongo que en parte he decidido aceptar este sentimiento que aprecio como una vil debilidad a modo de tributo al pasado. Algo en mi decía que a mi yo del pasado, aquella vagabunda y encapuchada carmesí, le hubiese encantado toparse con tal sensación, con semejante regalo, en sus eternos viajes en el límite del bosque de los sueños. ¿Uno de los soñadores, quizás?

No lo sé, pero lo que si se es que aquella hechicera, que soy yo ahora, hubiese abrazado la amargura contra la que tanto frunzo el ceño y la hubiese hecho suya con un verso o dos.

Y por ella y no por nadie más, por quien no tomó la decisión de dejar su andanza en el más allá a un lado, si no que fue arrancada de tan humilde e imaginaria profesión como es la de tejedora de sueños, por ella, decidí hacer frente a tan fastidiosa y necesaria adicción, y a reconocer una debilidad más, la mayor de todas.

jueves, 29 de marzo de 2012

Tea Party!


Luccine toma el té con su fiel chucho Toffe y su lobito de trapo Trufa, en esta ocasión el té es de jengibre y lo acompañan con una tarta Red Velvet y galletas con trocitos de chocolate. ¡Menudo festín ^o^!
Me apetecía mucho colorear este dibujo con los acuarelables ^-^.

domingo, 25 de marzo de 2012

Heidi y el cervatillo de ensueño


Un dibujo de Heidi añorando sus montañas, estoy intentando practicar con los lápices acuarelables y aunque me falta aun por aprender estoy cada vez mas contenta con los resultados ^_^.

viernes, 24 de febrero de 2012

Canción de campamento


"Es por las noches
cuando la luna como plata se eleva
y la selva ilumina y también las praderas
viejos lobos de la tribu cantan al gran espíritu
al espíritu del fuego
anikuni uauai ua ua ua
nika ua ua ua"


( La única canción de campamento que recuerdo de mi infancia, aun me sigue pareciendo preciosa. Dibujo hecho con plastidecor y Blablabla)

lunes, 20 de febrero de 2012

So if you were to have a pet unicorn, what type of unicorn would it be?

Sería pequeñito, no mediría mas de un metro y aunque proporcionado, daría la sensación de que fuese regordito. De un color gris muy clarito y tacto suave como el terciopelo pero algo mas sedoso y esponjoso.
Sus crines son largas, vaporosas, rizadas y de color rosa, el mismo que tienen los algodones de azucar, no sabrías muy bien donde empieza y donde acaba porque sería como una nubecilla dulce que lo envuelve.

Su cuerno tiene purpurina y es transparente, casi etéreo y por las noches alumbra en la oscuridad. Sus ojos son como mirar al cielo de una noche llena de estrellas y tiene unas largas pestañas blancas.Por supuesto, tiene dos alas, como las de una hada, relucientes y delicadas, tanto que casi parecen a punto de romperse con solo mirarlas. Es grácil, amoroso y dan ganas de abrazarlo y atraparlo, nunca sabes cuando volverá a aparecer pero siempre lo hace en el momento mas oportuno.

martes, 7 de febrero de 2012

Cenizas



Cenizas tiene una historia, como todos. El lobito de trapo no surgió de la noche a la mañana como si tal cosa. ¡Oh, no! Hay una leyenda que encierra el significado de su nombre y valía. Historia que hoy, mientras calentaba el té para tan fría noche me ha venido a la cabeza.

Erase una vez… Un reino hermoso y mágico en el cual se hallaba un castillo de marfil y oro que gobernaba con sabiduría y equilibrio un Rey, pero no es del Rey ni de sus proezas como gobernador de quien nos interesa hablar. Si no sobre una princesa, Mazapán.

La joven princesa jamás había salido del flamante castillo cuidando de las advertencias de su real familia. “Las criaturas del bosques son taimadas y peligrosas” “No te pierdes nada, tienes todo lo que quieres aquí en tu habitación”. Pero la princesa, de naturaleza nerviosa e indomable (solo que aun no lo sabía) con cada anochecer pegaba su naricita llena de pecas al cristal y observaba curiosa el frondoso bosque que se dibujaba con tintes oscuros y misteriosos ante ella. Juraría que incluso en alguna afortunada ocasión logró ver un fauno o un centauro. Con cada luna llena que inundaba aquel intrigante lugar con su reflejo mágico y atrayente, mas ganas tenía Mazapán de desoír las recomendaciones de su familia.

Pero no fue hasta un día en el que se hallaba acurrucada contra las cristaleras purpuras de su amplio ventanal leyendo una novela insulsa de amores frustrados cuando se decidió a salir. ¡Y no! ¡No por propia voluntad! Aquella desafortunada noche el cielo se tiñó de rojo y los árboles se consumían en llamas, cuando la pequeña divisó el fuego, el terror que se extendía aniquilando aquel cuadro soñado que no había tenido la oportunidad de pisar no se lo pensó dos veces. Hay ocasiones que es necesario encontrarnos ante una situación extrema para hacernos reaccionar y es que aunque la princesa apreciaba con todo su corazón el paisaje que cada noche se extendía ante ella desde su ático, hasta ahora no lo había valorado de verdad. Tomó una pesada capa de terciopelo verde y la volcó sobre sus hombros antes de salir al galope ¡En camisón y descalza! ¡Que diría su majestad la reina si la viese! Pero no cabía mas preocupación en aquella cabecita despeinada que la del bosque, su secreto nocturno.

Para cuando Mazapán llegó a las orillas de aquel mar frondoso había quedado reducido en buena parte a cenizas. Aquel océano era solo ahora una explanada gris y yerma perfilada por los troncos chamuscados de algunos árboles mas resistentes. Olía a madera quemada y el humo aun no se había disipado del todo, aunque si las llamas. Tardó unos minutos en posar sus ojos llorosos sobre aquella bolita de pelo que se camuflaba con el nuevo y triste color de la tierra.

¿Podría ser cierto? ¿Qué había quedado vivo en aquella cruel matanza sin compasión?

La bolita se convirtió a los segundos con un bostezo en una cría de huargo gris con los ojos esmeraldas mas bonitos y brillantes que su joven majestad vería en toda su vida. Pestañeó e hizo amago de ponerse en pie sobre sus rechonchas y torpes zarpitas. La princesa mazapán no se lo pensó dos veces y rescató de entre la nube de humo ceniciento a aquella pequeña criatura del bosque, acunándolo en su capa.

A razón de aquella fatídica noche, la cría de huargo se llamó Cenizas. Y la princesa hizo verdaderos esfuerzos para obtener el permiso de quedarse con el. Desde aquel instante fueron inseparables y fue el y no otro quien liberó a la princesa cautiva de sus propias y estúpidas normas. Pues cuanto mas grande se hacía Cenizas y mas unido se hallaba a la risueña y traviesa princesa mas se aventuraba esta en el bosque. Ella descubrió un mundo nuevo, descubrió que ver, tocar aquel lugar era mucho mejor que contemplarlo desde la ventana.

Cenizas encontró en ella una compañera leal que lo mimaba y cuidaba con esmero. Juntos vivieron grandiosas y trepidantes aventuras que no deben ser contadas ahora. Conocieron a los faunos, los centauros, las hadas ¡E incluso a un minotauro!

Se protegían mutuamente , el de los peligros de los exterior y ella del estúpido protocolo de la corte. Pasaron noches en vela contemplando el cielo arrullados por canciones antiguas de cuna y compartieron deliciosos desayunos de madrugada. Aquel fiero lobo la guiaba en sus decisiones, vigilaba sus sueños, dispuesto a hacer frente a la mas mínima señal de pesadilla. Y hasta donde se sabe hoy, la princesa Madame Mazapán y Cenizas continúan juntos explorando el bosque y desafiando reales órdenes con la esperanza de que no tengan nunca que separarse.


miércoles, 1 de febrero de 2012

Una lista de cosas por hacer~

Lista de cosas que hacer/conseguir

  • Un oso mayordomo llamado Ambrosio que me lleve el té con leche y los bombones a la cama.
  • Doncellas que se dediquen solo a acariciar a mis gatitos y cuidarlos.
  • Hacer un dispensador de latitas para gato con el fin de ponerlo en los parques y así aumentar la población en los mismos.
  • Montar la empresa "Pegasus airlines", para largas y cortas distancias con la idea de suplantar a las líneas de metro.
  • Un palacio de chocolate. (Morderé los muebles y no las columnas, lo prometo)
  • Inventar una maquina meteorológica que haga llover chocolate.
  • Hacer una línea de vestidos de princesas de cuento con tintes rococó llamada "Boutique Chantilly". También tendrá diademas, capas y conjuntos para llevar a tus peluches vestidos a juego.

lunes, 30 de enero de 2012

Tea Party!



Toffe, Trufa y Luccine tomando el té con pastas.
Inspirado en el relato de Lupus Pedantus
donde Trufa, el lobito de chocolate, rememora algunos encantadores momentos.

domingo, 29 de enero de 2012

Un Fan Art, para variar un poco





Arya Stark y Nymeria.
El primer Fan art que hago de esta saga y sentía que tenía que ser de este personaje el concreto.
Coloreado con plastidecor y Bla bla bla.

sábado, 28 de enero de 2012

La vida de Marianette Surprise Confiture (o la Gatita de la Cafetería, Marie Susie ) Parte II

(De amores e historias gatunas trágicas con la misma protagonista. Escrito el 24 de Agosto del 2010)

Marie Susie paseaba por la calle que llevaba a su cafetería cargada con dos bolsas de papel reciclado y pese al esfuerzo que sabía que le suponía este arduo paseo, nuestra gatita añil tan especial calzaba dos relucientes tacones de color violeta y una gabardina de color crema que aunque no la resguardaba demasiado del frio era su preferida y hoy más que nunca le pedía que la llevase puesta ¡Ni que las gabardinas de color crema hablasen! Pero Marie es así, parece que sabe escuchar a los objetos. Una nube gris hacía dibujos en el cielo, por el cual se colaban rayitos de sol y se adivinaba en ocasiones un arcoíris.

Algo la distrajo de su caza del arcoíris. Intentando trepar una valla mohosa que hacía preciosos motivos florales había un joven siamés custodiado por la que debía ser su amada, una gatita blanca que animaba con dulces maullidos su escalada. Tras varios intentos, el impetuoso joven alcanzó una rosa azul intenso y bajo rápidamente para ofrecérsela a su amor, quien le obsequió con un dulce beso en los morritos y una sonrisa tímida. Una de las bolsas resbaló de las patitas de Marie, los jóvenes se giraron y vieron a una señora persa añil con un aspecto extraño y un sombrero anticuado mirándolos perpleja. Esta sacudió la cabecita cuando se dio cuenta de que había sido descubierta, recogió rápido sus cosas y salió corriendo tan rápido como le permitían sus divinos y deslumbrantes zapatitos.

Aun tiene memoria de su primer amor, un recuerdo agridulce que algunas noches en las que su habitación huele a rosas la hace sollozar cuando está hecha una bolita de pelo en su mullida cama.

Su madre desapareció un buen día siendo ella aun muy pequeña y por necesidad, nuestra elegante protagonista tuvo que dejar sus estudios en la escuela pública y empezar a trabajar. Vivía en una mansión vieja que había a las afueras de la ciudad, estaba abandonada desde hacía al menos un siglo y aunque polvorienta y con los muebles destrozados, no tenía goteras y el malvado viento no se colaba por las rendijas. Compartía vivienda con un gatito coloreado a manchas muy simpático que fue quien le ofreció la habitación y que había sido repudiado del Valle de los persas añiles hacía ya diez años. Cuando contaba su larga historia a Marie ella se limitaba a sonreír con la mirada algo aguada tras sus largas pestañas, siempre se preguntaba que había sido de su desdichado pueblo.

Pero no todo son penurias en la vida de nuestra pequeña Marianette, aquella ruinosa mansión tenía un jardín trasero que por misterios que aun muchos no han conseguido resolver (ya sabéis, obra de Marie) se mantenía en perfecto estado pese a que nadie se ocupaba de él. Mantenía una dignidad inigualable y nada más poner una patita en él un penetrante olor a varias hierbas aromáticas te llenaba el hocico con su aroma. Pero la gloria del jardín eran unas rosas azules de las que si se encargaba ella personalmente y que le recordaban mucho a las que su doncella ponía todas las mañanas en el jarrón de cristal de su mesilla.

Cada mañana, muy temprano, casi recién amanecido y antes de partir a la panadería (su tedioso trabajo de mañana) dedicaba unos minutos en regalarlas e inspeccionar sus delicadas hojas. Nuestro buen amigo Manchitas, con los meses y viendo que este era el refugio personal de la gatita le construyó con restos de madera un pequeño banco para que le fuese mas cómoda su delicada tarea.

Una tarde que milagrosamente tenía libre, salió de la biblioteca cargada de libros sobre plantas y la última moda del glamuroso reino vecino, cuando despistada, chocó contra un elegante gatito siamés quien se disculpó de inmediato y la ayudó a ponerse en pie con galante cortesía. Vestía traje granate de fino lino y un bombín ¡Cuan encantador le pareció nuestra Duquesa! Se olvidó de la raza a la que pertenecía, los malvados y rencorosos siameses. Hacía mucho de eso y el, tan apuesto, parecía sacado de uno de esos cuentos que le contaban de pequeñita antes de dormir y en los que ya no creía pero aun rememoraba con nostalgia. Nuestro Don Juan llamado Gondi, que no era ciego (aunque si un poco miope), se dio cuenta de la exótica preciosidad con la que había chocado. Ella se sonrojó, el balbuceó y se fueron juntos a una pequeña cafetería a tomar un té negro y unos merengues de fresa.

Desde ese momento ambos gatitos coincidían con torpes excusas a la misma hora en la majestuosa puerta de la biblioteca. El era charlatán y coqueto; ella paciente, lo escuchaba hablar con gusto y correspondía a sus flirteos. Una tarde anocheció, los echaron del café que frecuentaban y antes de que ambos se marchasen cada uno por su camino el meloso gatito dejó en las cuidadas patitas de ella un anillo de madera con la forma de una rosa primorosamente tallada. El tartamudeó que se lo había encontrado por la calle pero ella no lo creyó y aceptó el regalo con lagrimas en sus enigmáticos ojos.

Como tenía unas zarpas algo regorditas no pudo ponerse aquel anillo, pero lo pasó a través de una fina cadena de plata que le había dejado su madre antes de marchar a “el Gran Gato sabe dónde”.

Pero como si la balanza de felicidad hubiese rebosado… aquella semana el gatito no apareció y Marie Susie se quedó hasta medianoche esperando en la biblioteca con un traje celeste con lunares blancos y unas botitas de cuero nuevas que le había costado meses conseguir.

Ella, positiva, no quiso creer que la había abandonado. Podía haber caído enfermo ¡O podía estar muy ocupado! No importaba y aunque las semanas pasaban y él seguía sin aparecer la esperanza la anclaba cada tarde hasta medianoche en aquel lugar.

El día menos pensado, uno en el que se sentía especialmente positiva y pensaba que sería cuestión de tiempo que fuese a buscarla, tras la inquietante espera fue a mimar sus rosas, que la conseguían calmar casi tanto como su joya de madera.

¡Y cuál fue su sorpresa!

Su cortés principito sentado primorosamente en su banco ronroneaba a otra gatita que no era ella. En un instante el mundo que con cuidado y dedicación había construido le pareció una jaula, el rincón más espantoso de todos los reinos donde el olor a rosas la asfixiaba. Su especial refugio se había convertido en un lugar gris y sin encanto aunque las rosas siguiesen siendo de ese azul que tanto le gustaba.

Pero… ¿Qué iba a decirles? ¿Como aliviar su rabia? Ella era una dama y sabía muy bien que aquel lugar no era suyo, no podía echar a nadie. Por unos meses jugaba a ser su dueña pero el juego había dado fin. Silenciosa, se marchó al cajón de paja que tenía por cama y aquella noche apenas concilió el sueño conteniendo el llanto a duras penas para no despertar a Manchitas.

La mañana siguiente partió muy temprano, cargada con dos viejas maletas de equipaje y con un anillo en el bolsillo de su vestidito rosa.

Continuará…

La vida de Marianette Surprise Confiture (o la Gatita de la Cafetería, Marie Susie) Parte I

(La primera parte de la historia de una gatita muy especial y que surgió como personaje secundario de otra. Al final una tarde se me ocurrió un buen trasfondo para ella y terminó tomando mas protagonismo que la que era mi primera princesa (Lady Cerdita).
Relato escrito el 10 de Noviembre del 2009)

Marie Susie se acababa de ataviar con su largo camisón de seda azul marino rematado con ribetes de plateados y se disponía a tomar la ultima taza de leche caliente y meter sus delicadas zarpitas dentro de las sabanas donde la esperaba una confortable bolsa de agua caliente.
Pero Marie Susie con la taza de barro aun ardiendo entre sus mullidas patitas se quedó pensativa mirando su reflejo en la ventana 
¿O quizás estaba mirando mas allá?


Quien sabe, era una minina de pensamientos reservados.
Puede que fuese la niebla que empapaba todo el callejón con su manto, o quizás fuese la fecha, un triste veinticinco de Noviembre.

El mismo día, hacia ya varias décadas, había tenido lugar la mas horrible tragedia en la vida de nuestra persa añil.
Marie Susie no siempre había respondido a ese nombre y no siempre había regentado aquella cafetería tan peculiar. No estaba descontenta con su actual vida, llena de encantos cotidianos y conjuros a escondidas.
 Pero a veces no podía evitar perderse en posibles pasajes de su vida sobre: ¿que podría haber sido de ella?



La pequeña duquesa Marianette Surprise Confiture pertenecía a un resplandeciente e inmaculado mundo lleno de lujos donde sus uñitas hacían "clak clak" sobre el mármol de su habitación y por las mañanas le ponían sus zapatillas rosas de tacón mientras la obsequiaban siempre con un té dulce con leche caliente para hacer mas llevadero su madrugar.


Primogénita del Rey Bolito III vivía cada día como si fuese el ultimo, como si fuesen espejismos a punto de desvanecerse ¡Y con que razón!. Pese a haber crecido con todo tipo de comodidades y mimos, Marianette era generosa, dulce y aunque a veces tenia arranques de mal humor que terminaban con llantinas, era una gatita buena y llena de encantos.


Lo que no habían consentido contar a Marianette, pues sus padres se esforzaban en ocultarlo con esmero, es que dicha familia gatuna de la realeza había llegado hace muchísimos años des otras tierras muy lejanas, extrañas y que de dichas tierras se habían traído consigo unos dones especiales.

La magia.
Toda su familia sabia y podía hacer uso de la magia menos ella, que aun no tenia la edad suficiente para que se le revelase el secreto (Y se le hiciese una ceremonia por todo lo alto).

 A Bolito III le atormentaba que su extraña naturaleza saliese a la luz. ¿Que dirían los reinos vecinos ? ¿se asustarían de ellos?
 ¿Quizás les pedirían solucionar a golpe de varita problemas de sus reinos ?


No estaba del todo seguro de la reacción de sus aliados y por eso guardaba con celo la naturaleza de toda su estirpe. Aunque estas preocupaciones que le asaltasen de tanto en tanto, era un Rey orgulloso de su condición y de sus dominios , que gobernaba con mano firme pero con bondad.
 En la cima de una montaña, donde se encontraba dicho reino, gozaban del invierno todo el año y aunque esto pudiese ser una molestia para sus habitantes ellos estaban contentos y felices de vivir en tan maravilloso burbuja de cristal y etéreos copos de azúcar.



Pero una tarde fría y seca, de esas en las que el cielo está despejado pero casi preferirías que lloviese o nevase, en el reino había un gran revuelo. Cientos de habitantes del Reino de los Gatos Persas estaban siendo evacuados a la fuerza de sus casas y llevados en grandes furgonetas grises a “quien sabe donde”. Los pequeños mininos lloraban y sus madres desesperaban en el intento de consolarles.
¿Que estaba ocurriendo? ¿que habían hecho?
¿donde estaba el rey Bolito III cuando su pueblo necesitaba de el?



El rey aquella desapacible tarde celebraba el renacer de su muy querida hija la Duquesa Surprise Confiture. Y tanto era el alboroto, tan contentos se encontraban sus invitados, que nadie advirtió del peligro que se ceñía sobre la ciudad y su soberano.
Estaba todo preparado para aquella noche,
los manteles con complicados nudos brillaban como diamantes por toda la gran sala, las delicatessen estaban ya listas para servir y la joven Marianette bailaba al ritmo de la banda de música frente a su gran espejo en la colorida habitación haciendo hincharse su nuevo traje purpura de seda y tul.


Era su octavo cumpleaños y tenía el presentimiento de que algo grande la esperaba. La celebración estaba siendo infinitamente mas majestuosa que en otras ocasiones y su pequeño corazoncito latía con fuerza, con la premonición de que algo cambiaría su vida en esa noche para siempre.



Pero la duquesa nunca llego a ver la sala reluciente, con todas esas promesas de una vida llena de magia esperándole. De hecho, ella nunca vio nada. Un espeluznante grito seguido de otros tantos, llenos de pánico, la sobresaltaron y antes de que pudiese correr a ver que es lo que ocurría su madre entró jadeante en la sala abriendo de par en par las puertas.
La Reina recogió a su pequeña en brazos, descolgó rapidamente una capa blanca del diminuto perchero y salió a la carrera por los pasillos del precioso, pero en estos instantes confuso, palacio.



El Rey vecino, Lunocui VII, un gato siamés con ciertas ambiciones y envidias poco corrientes había convencido a otros dos soberanos del peligro que representaba Bolito III disponiendo de tan grandioso poder que era la magia.
 ¿Que sería de ellos si Bolito les atacaba? ¿Que eran ellos contra una horda de gatos peludos mágicos ? No eran nada.


Y si os preguntáis como se había enterado su majestad Lunocui VII del tan bien guardado secreto... bueno, digamos que las gatas no son elogiadas por su silencio y la señora de Lunocui era habitual en la sala de té de nuestra ahora, desdichada reina desterrada.
Un mal día suponemos, un momento de debilidad o de soledad, una palabra contada de mas que había destrozado muchas vidas.



Lunocui arrasó el reino y no dejó casa sin quemar ni persona por evacuar hasta su país, donde durante semanas hasta la intervención del Rey Cerdo (del que ya conocéis su buen hacer) trabajaron como esclavos para dicha casa real. Los ex súbditos de Bolito III fueron liberados y se esparcieron por todos los reinos que se encontraban al cuidado de aquel valle.

Ese fue el fin de la Casa de los Gatos Persas Añiles y de la magia en dicho lugar.

¿Y que fue de la duquesa y su bella madre?

Detrás de la estatua de rico marfil de una gran reina del pasado se abría con cierto esfuerzo un pasadizo de raíces y tierra húmeda que tenía su salida en el bosque de MentaNegra a la periferia del reino caído.

Desde aquel lugar se podía observar todo el reino en pirámide, un reino que ardía hasta los cimientos y que nunca sería reconstruido.
Pese a todo, Marianette, dormía en la falda de su madre, quien agotada, se había dejado caer en la hierba de escarcha.
Soñaba con su gran día, soñaba con su padre, el rey que la colmaba de cariño y que no volvería ver mas que en sueños como este.


Continuará...

miércoles, 25 de enero de 2012

Luccine Merryweather


(Post rescatado de un foro de rol, como iba a dibujarla y se me habían ocurrido aventuras para mi pequeñaja... que menos que rescatar su perfil. Lleva conmigo mas de 8 años y pasó de ser una muñeca bonita a una figura común para mis descabellados cuentos o delirios infantiles )



Nombre: Luccine
Apellidos: Merryweather
Raza: Aunque tiene aspecto de niña humana es lógico que no lo es.
¿Un hada? ¿Un fantasma? Nadie lo sabe, Simplemente esta ahí y se llama Lucci.
Edad: No esta del todo claro, aunque Arianrhod afirma haberle sonsacado que tiene 13 años,
ciertamente parece demasiado pequeña para tener esa edad.
Sexo: Femenino.
Origen: Hay rumores de que es descendiente de los nobles que habitaban el castillo de la colina de la ciudad milupi.
Pero ese castillo lleva abandonado décadas y nadie ha reclamado para sí las tierras.
Lugar de Residencia: Todos y ningún sitio. Ha vivido con los elfos, en el parque, otra temporada fue mascota de los vampiros de la zona.
También se hizo una pequeña casita de cartón a orillas de la playa y ha sido huésped de las mejores mansiones de Milupi.
Aspecto Físico: Ella es pequeña y menuda como el pueblo de las hadas.
Su piel es rosada y tiene su cara redondita y mofletuda cubierta de pecas.
Sus ojos son de un dulce color ámbar a los que hacen sombra unas espesas pestañas castañas.
Tiene una preciosa sonrisa risueña, de hecho, siempre esta sonriendo, nunca nadie la ha visto jamás con una mueca de desagrado o tristeza.
Desprende de su melena naranja y alborotada un delicioso olor a galletas y avellanas.
Es tan pequeñita que casi ni se la ve si ella no quiere, normalmente siempre va de un lugar a otro andando en pequeños saltitos
acompañada siempre de su fiel cocker spaniel de color canela, Toffee.

Si hay algo destacable de su vestuario son sus zapatos rojos. Siempre lleva zapatos rojos.
Merceditas, botas, sandalias, pero siempre del mismo color que las piruletas.
Su ropa es bastante variada aunque tiene predicción por los trajecitos de colores alegres y dibujos bonitos.
Usa una capa granate siempre por encima de sus trajes cuando tiene algo de frió solo con ellos.
Decora a menudo su pelo esponjoso con flores blancas, pincitas de mariposas purpuras, diademas dignas de princesas y lazos de seda de muchos colores.
A pesar de su posible aspecto cuidado y caro, Luccine no es heredera de ninguna fortuna. Y seguramente
toda esta seda y terciopelo sean simplemente regalos de Milupianos encantados con ella y su aura de tierna huerfanita.

Personalidad: Si hubiese una palabra sola para describirla seria "deliciosa".
No es que hable con mucha frecuencia pero su presencia ya te hace sentir dichoso sin saber muy bien porque.
Es cortes, educada y a la vez ingenua y risueña. De temperamento feliciano y amante de las cosas brillantes coloridas y bonitas.
Ama por encima de todo a su cocker toffee al que cuida con verdadera dedicación.
Su comida favorita son las galletas de mantequilla bañadas en leche condensada que comparte siempre con Toffee y
disfruta durmiendo a la interperie en algún rincón cálido y blandito.
En si su existencia es todo un enigma, se ha convertido en una leyenda popular de Milupi.



lunes, 23 de enero de 2012

Destello y las marcas cobrizas

(Relato corregido del 2 de Junio del 2009, música: Empty, The cranberries)

"Ella se esforzaba, cuidaba su lenguaje, vigilaba el protocolo y serenaba su mal carácter. Siempre había sido una pequeña salvaje ¿Que se podía esperar de una joven criada por bárbaros y lobos en el interior de tan magno y primigenio bosque? Dentro de ella hervían una independencia lobuna y un terrible carácter mal vistos dentro de aquella pirámide jerárquica. Pero a pesar de todo había luchado mucho para llegar donde estaba. Pertenecía a los arqueros de la guardia real.

Aun recuerda el día antes de la Gran batalla. Había explotado un enfrentamiento entre los habitantes del bosque y los crueles e industriales invasores. Su madre le colgó una bolsa de cuero curtido a su espalda y en ella puso unos pedazos de carne medio crudos, pan y algunas moras recién cogidas del zarzal que había frente a su caseta de piel.
Ella había llorado. ¡Oh, claro que sí!
Podrían considerarla una desalmada, un animal sin sentimientos, pero no quería desprenderse de su familia, de su hogar, de su espléndido y misterioso bosque.

Ahora ya no llora, o quizás no tanto y nunca por esa razón. Había luchado por hacerse con honor un rincón en este despiadado mundo. Todo iba bien, mas o menos, sus compañeros la respetaban por lo que era, valoraban su talento con el arco y reían con ella en la taberna. ¿Era feliz, no? Hasta entonces no se preocupó por su piel curtida, sus manos asperas o los tatuajes cobrizos que recorren su cuerpo. Aquellas manchas eran el legado de su familia.

O no se preocupo, al menos, hasta que apareció el.
Era capitán de la caballería de su majestad y llegaba desde las tierras del norte. Quizás fue porque la trato de forma especial o a lo mejor fue por sus sabias palabras, puede que fuese la intensidad con la que hablaba y su talento como capitán. Ella nunca podría decir que fue exactamente lo que la impulsó a ese pozo oscuro de amor no correspondido.

Y se esforzó.
Sus maneras, su forma agresiva de hablar, hizo lo que pudo y nunca parecía suficiente. Si hubiese podido habría frotado sus tatuajes, su legado, hasta deshacerse de el por una mirada de aprobación ¡O incluso de deseo!
Aquella noche no podía dormir, el calor pegajoso y sofocante de adhería a sus sabanas de lino. Se vistió y salió por la ventana, donde crecía cerca un árbol en el que a veces se sentaba a disfrutar de las horas nocturnas y su quietud.
Desde ahí escuchaba música y alcanzaba a ver un trocito del mágico baile que se celebraba en el gran castillo. Ella nunca era invitada a esos bailes.

Algo la deslumbró.
Una hermosa y pálida jovencita con ojos del color del la mar cubierta por un traje vaporoso de telas rosadas.
Perecía un ángel. Llena de encantos, con su sonrisa iluminaba la sala. Se la veía feliz ¿Y quien no lo sería? A su lado, custodiando su belleza se encontraba el Capitán de la caballería, quien la seguía por la sala como perrito faldero.
No sufrió una decepción, es solo que... se había esforzado tanto, saber que todos sus sacrificios no habían tenido ni la mas mínima posibilidad... No deseaba competir con aquella señorita de belleza etérea .

Ella se decía que no le afectaba, que nunca se había hecho ilusiones, que nunca había deseado mas que la amistad que le profesaba el capitán. Pero no bajó de aquel roble en días.
No comía, ni dormía, tan solo observaba desde su refugio la sala de baila a oscuras que aguardaba otro gran baile. Desde aquellas ramas ella soñaba con una invitación que nunca llegaría, soñaba con trajes y compañías que nunca disfrutaría.

Al tercer día bajo resignada a seguir cumpliendo con sus obligaciones.
Una bolita blanca de pelo se removía entre las sabanas de su cama. Era un pequeño cachorrillo de lobo blanco, una rareza en aquellos lugares cálidos. Acercó la mejilla al diminuto y tembloroso hociquillo. Una cinta roja rodeaba el cuellecito de la criatura y de la cinta una carta colgaba.

"Para que ilumine ese oscuro camino que pareces recorrer estos últimos días "

Una semana después se encontraba de camino a los bosques de las colinas nevadas con "Destello", el pequeño lobito albino dentro de la bolsa de cuero que le regaló su madre. Ya había jugado a ser una persona normal durante mucho, quizás, demasiado tiempo. Ahora era hora de volver a casa, de aullar, de correr y de cazar, ya no tenía miedo, nunca mas volvería a estar sola."

sábado, 21 de enero de 2012

Amar al lobo

Amar al lobo.
Un comienzo extraño, sin duda.
Ideal para viejos y conocidos sentimientos viejos que ahora reclaman nombre y orden.
Exigen reconocimiento. ¿Qué decir? 
Un romance imposible en una lista de pérfidos y patéticos amores comúnmente literarios. No me avergüenzo de esta pequeña debilidad, es más, encuentro fascinante la facilidad con la que soy capaz de emular ciertos sentimientos.
Y el lobo, el temido cánido, había sido y será mi más fiel amante. No importa el tiempo que pase, por mi queda demostrado que sólo le guardo fidelidad a él y que puedo compartir mi devoción, pero que la suya siempre será más profunda, latente y espiritual.

Recuerdo etapas de mi niñez en que lo único que amortiguaba las burlas y los sinsabores de la crueldad infantil era la promesa de un documental sobre dichas fascinantes criaturas. Y aunque el encuentro poco fortuito tras unas barras de acero me dejó una huella de dolor, yo siempre me refugié en ese halo de nobleza y salvaje ideal que había creado para mis fieles amigos. Los tratos agridulces de la adolescencia fueron menos cuando por las noches, de madrugada, noches como las de hoy, dibujaba hasta el amanecer utópicos mundos de nieve y ventisca o bien hacia sonar Lycanthia hasta quedar dormida. Hoy, como la niña que creo ser, me sigo refugiando entre el pardo pelaje y la mirada ámbar; cuando la vida me recuerda que no debo flaquear... yo los busco en mi mente para que me den fortaleza e integridad en ocasiones y consuelo en otras.

¿Por qué el lobo? Debe haber una explicación más sencilla que no consigo recordar, tan solo tengo una febril tesis sobre la imagen ideal que he montado con esmero para ellos durante todos estos años. Camaradería, fidelidad, nobleza... un instinto que va mas allá de las imágenes y el retorcido placer del salvajismo en su más pura esencia. Esa reputación malograda me embauca y sus formas recortadas contra la noche hacen que me de un vuelco el corazón cuando las aprecio por el rabillo del ojo en algún libro de ilustraciones. He pasado horas frente a un reproductor oyendo los aullidos, calmando la ansiedad del momento con ellos o regocijándome con sus carreras cuando sentía que yo también sería capaz de correr si me lo propusiese.

He jugado a ser uno de ellos, he escrito sobre sus viajes y esta noche, esta más que ninguna otra, debía ser la noche en que pusiese por escrito una sensación que llevaba acunándose en mi mente durante años.